Poco después de la separación de Chopin y George Sand, éste entra en el tramo final de su vida. Enterada del inminente final, George Sand acude a casa del compositor a despedirse, pero su hermana no la deja pasar. Este es el punto de arranque de Los Nocturnos: las palabras no dichas, los abrazos no dados, las miradas perdidas. La no despedida de un amor sostenido en el tiempo. Los Nocturnos alude no sólo a las sublimes piezas del compositor, sino a la vida en común con la escritora francesa, pasando infinitas noches despierto componiendo una música que convertiría en eterna. Diría Joaquín Achúcarro: “Bach habla al universo, Beethoven a la humanidad, y Chopin a cada uno de nosotros”. Y es que cuando escuchamos los Nocturnos de Chopin hay algo de movimiento interno, de caricia, de abrazo esperanzador. Es un contacto directo con el alma. Y lo que sucede es que los Nocturnos no son sólo música. Son poesía.